LA VISITA DEL POPULISMO ¿DIPLOMACIA O CAMPAÑA?
Por
Fernando Mendoza Elvira
“La
política exterior hace posible la independencia de la nación. La fuerza de la
nación hace posible una política exterior independiente.” Flores Olea.
En
plena campaña para su reelección el presidente Trump sabe que su popularidad ha
sido mermada y que las cifras no le son favorables. El deficiente manejo de la
pandemia de la COVID-19, con cifras alarmantes de más de 3 millones de
contagios y el fallecimiento de más de 130 mil personas, además de la
afectación económica a la población entera de los Estados Unidos, le ha costado
una caída aún mayor en las preferencias del electorado estadounidense aún y
cuando en su muy peculiar estilo ha intentado trasladar el costo a enemigos reales
o ficticios, acusando de los efectos del coronavirus a China o incluso a la
Organización Mundial de la Salud. Además, las protestas y manifestaciones del
movimiento Black Lives Matter que se incrementaron a partir del terrible
asesinato de George Floyd sucedido el 25 de mayo de 2020 a causa de violencia
de la policía, exhibieron el racismo sistémico que prevalece en los Estados
Unidos y que el discurso de Donald Trump ha contribuido a acrecentar.
En ese
contexto se dio, el 8 de julio de 2020, como parte del cálculo político del
hábil Trump, la visita del presidente mexicano López a los Estados Unidos. En “conmemoración”
de la entrada en vigor del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá
(T-MEC) sobre comercio exterior, el presidente López anunció una visita a
Washington, D.C., sin la presencia del Primer Ministro de Canadá Justin
Trudeau, quien no acudió por cuestiones de agenda.
En México, en donde una de las más grandes crisis
económicas afecta al país -el Banco Mundial contempla una caída del 7.5%-, los
empleos formales perdidos rebasan ya la cifra de un millón; y la pandemia de la
COVID19 a la fecha de la visita ya había cobrado la vida de más de 30,000
personas -según las controvertibles cifras oficiales- y un cuarto de millos de
contagios; la decisión del presidente López de efectuar una visita, que a todas
luces se lee como un apoyo hacia la elección de noviembre a favor del candidato
republicano, ha causado una intensa polémica en la opinión pública. Posiciones
a favor y en contra de la decisión presidencial.
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histórica de esta cumbre”.
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Por su parte, Leon Krauze, periodista,
conductor y escritor mexicano, especializado en temas de política estadunidense
y migración, hijo del intelectual Enrique Krauze crítico del autoritarismo del
presidente López a quien se refirió como el Mesías Tropical, ha publicado
también su opinión sobre la visita del presidente mexicano a Washington, y no
duda en calificarla como “diplomacia de subordinación de AMLO en la Casa
Blanca”. El primer viaje que realiza el presidente mexicano al exterior se
da en condiciones que no lo justifican dice el periodista, máxime que se había
concebido como una reunión trilateral, coincidente con la naturaleza del
tratado comercial, pero el terminó “degenerando en un viaje de un día, luego de
que el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, decidiera sabiamente
cancelar”. Además, el tono obsequioso del presidente mexicano hacia Donald
Trump, en plena campaña electoral, no sólo lo considera como un gesto
desmedido, sino que calificar el trato de Trump a México y las personas
mexicanas como cada vez más respetuosa y de comprensión para Leon Krauze es “por
supuesto, es falso y vergonzoso. El gobierno de Trump ha impuesto una lista de
terribles políticas al gobierno mexicano, ha perseguido sin piedad a millones
de inmigrantes mexicanos indocumentados, ha amenazado el sustento de cientos de
miles de beneficiarios de DACA y ha abusado de un número similar de potenciales
refugiados centroamericanos, con la colaboración activa de López Obrador.
Más allá de posiciones a favor o en contra de las
razones y la justificación o no de la visita que realizó el presidente mexicano
López a los Estados Unidos y los halagos mutuos que los mandatarios se
dirigieron en los actos públicos, vale la pena reflexionar sobre el sentido
diplomático de la visita en el marco de la agenda bilateral, en una perspectiva
de derechos. Inexplicablemente ni en el discurso oficial ni en los medios, pero
tampoco desde la ciudadanía, se ha hablado del contenido o resultados del viaje
de López. No sólo su primer -acaso único- viaje al exterior, sino al país
vecino, al más importante socio comercial de México y, por supuesto, de gran
importancia en el concierto internacional. En el sistema presidencial el
presidente de la República no sólo es el responsable del gobierno y la
administración, es Jefe de Estado y con ese carácter López Obrador estuvo en
Washington ante el presidente Donald Trump.
La agenda bilateral entre México y Estados Unidos por
supuesto contiene varios temas de gran relevancia. En cuanto a la migración, la
defensa de los derechos y la dignidad de las personas mexicanas que se
encuentran en ese país y has sufrido violaciones a sus derechos o se encuentran
enfrentando situaciones adversas como el programa DACA o procesos en que pueden
ser expulsados del país dividiendo familias en perjuicio incluso del interés
superior de la niñez. Pero también el tránsito de miles de personas,
principalmente provenientes de Centroamérica, que cruzan el territorio nacional
para internarse en Estados Unidos, con énfasis en niños, niñas, mujeres y personas
con discapacidad, así como quienes solicitan asilo o refugio en el país del
norte y están siendo alojados en el territorio mexicano en tanto se resuelve
sobre el proceso es tema en la agenda de especial atención.
El tráfico de armas es otro punto de relevancia en la
agenda bilateral y que representa no sólo el problema en sí mismo sino el
impacto en la violencia e inseguridad que se vive en México y que es alimentada
con armamento en un 70% proveniente de los Estados Unidos. Coincidimos con Nicolás
Alesso, del Centro de Investigaciones en Política y Economía Internacional
(CIPEI) de la Universidad de Santa Fe en Argentina, que sostiene que “una
agenda conjunta debe ser construida por medio de alineamiento, contextual y ad
hoc, de recursos, donde Estados Unidos no solo reconozca su responsabilidad,
sino que discuta con México los pasos a seguir: no desde su autopercepción como
potencia mundial, sino como una potencia con fronteras porosas y, en cierta
medida, interdependientes de su país vecino del sur.”
En materia de seguridad en las fronteras y de lucha
contra el narcotráfico, la relación con Estados Unidos enfrenta grandes retos.
Apenas en agosto pasado el presidente Trump emitió un Memorándum por el que
amagaba con tomar medidas contra México, como retirar la certificación
antidrogas, si no “percibía” un incremento en el combate a las drogas por parte
de la administración de López Obrador, a quien lo urgía a redoblar esfuerzos
para erradicar cultivos de amapolas, incautar drogas, procesar delitos con la
incautación de bienes de la delincuencia, en suma, una estrategia integral de
control de drogas.
En el tema de la inversión estadunidense en México y
del intercambio comercial entre ambos países no se agota con la entrada en
vigor del TMEC, por el contrario, mucho trabajo diplomático viene en puerta, y
no sólo si Trump llegara a triunfar en sus aspiraciones por la reelección.
Apenas el pasado 26 de junio de este año el embajador norteamericano en México,
Christopher Landau, en una reunión con la CONCAMIN afirmaba, con relación a que
no ha habido nueva inversión en México, sino acaso un esfuerzo por preservar
las inversiones ya existentes su pesar por la incertidumbre que provoca las
medidas regulatorias del régimen de López:
“…en varios sectores obviamente hemos visto casas
preocupante y como yo siempre lo digo, México es un país soberano, como lo
somos nosotros y cualquier país tiene el derecho de establecer o cambiar sus
políticas económicas o sociales domésticas, pero también a la vez hay que
reconocer que esos cambios puedan tener efectos muy negativos en cuanto a la
inversión doméstica y extranjera y, bueno, el Gobierno de México ha dicho, por
ejemplo, que en varios casos no estaban de acuerdo con algunas de las políticas
de gobiernos anteriores, pero que se iba a respetar las promesas que ya se
habían hecho en el pasado, las reglas del juego que se habían establecido, a lo
mejor no las iban a expandir o profundizar, pero que los iba a respetar y para
mi algunas de las acciones de estos últimos meses, sobre todo en el sector
energético, han creado incertidumbre sobre esa promesa del Gobierno de respetar
lo que hizo en el pasado y de no cambiar las reglas del juego y esperamos que
todos podamos llegar a acuerdos y entendimientos en buena fe y de buena
voluntad para tratar de resolver esto.”
Otros temas que
no son menos importantes como democracia y derechos humanos, cooperación
científica, intercambio de información financiar para prevenir el lavado de
dinero, trata de personas, entre otros, merecen también atención relevante.
Llama la atención entonces que todos esos temas de la
Agenda Bilateral México-Estados Unidos no hayan sido ni siquiera mencionados en
el encuentro entre ambos mandatarios. La pregunta es ¿Qué ganó México con la
visita? ¿En qué se avanzó en lo sustancial de la agenda? Más allá del costo que
pudiera tener para la relación con los Estados Unidos el desaire del presidente
López a Joe Biden y al partido demócrata en el no improbable caso que las
tendencias persistan y Donald Trump no logre la reelección.
Pareciera evidente que para el presidente Trump, con
una población de alrededor de 36 millones de personas de origen mexicano y en
plena campaña por la reelección, era importante “conmovidos de saber que
esta es su primera visita al extranjero desde asumir su mandato” mostrar a
un presidente mexicano parado ante el micrófono en plena Casa Blanca diciendo:
“…quise estar aquí para agradecerle al pueblo de
Estados Unidos, a su gobierno y a usted, presidente Trump, por ser cada vez más
respetuosos con nuestros paisanos mexicanos… Por eso estoy aquí, para expresar
al pueblo de Estados Unidos que su presidente se ha comportado hacia nosotros
con gentileza y respeto, nos ha tratado como lo que somos: un país y un pueblo
digno, libre, democrático y soberano.”
El artículo 89 de la Constitución dispone que es
obligación del presidente dirigir la política exterior observando los
principios de autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución
pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza
en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la
cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y
promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad
internacionales.
En lo personal, me hubiera gustado encontrarme
representado por el presidente mexicano López, ante su homólogo estadounidense
Donald Trump, haciendo mención de los temas relevantes de la agenda binacional
y sentando los principios bajo los cuales plantea sean abordados en la relación
diplomática, siempre apegados a los que señala la Constitución mexicana y en
protección de los derechos humanos de las personas mexicanas. Hubiera apreciado
que el presidente López se reuniera, o al menos mandara un mensaje, al Congreso
Norteamericano, a la comunidad mexicana en los Estados Unidos, para refrendar
que el país velará en todo momento por sus intereses, bajo una relación
diplomática multinivel como lo ha planteado Jorge Schiavon, profesor del CIDE y
experto en estudios internacionales.
Señor presidente López, no es necesario decir ante el podio
¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!, lo que si es necesario es que viva
México en cumplimiento de derechos y respeto a las libertades.
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